Fui mastodonte desde temprana edad. Por eso me decían que debía jugar rugby, y el pensar en disputar un balón con otros mastodontes, me era brutalmente atractivo, pero incompatible con el que más jugaba, el ajedrez.
En ese entonces no encontraba una relación entre ambos deportes, siendo uno tan físico contra otro tan mental, sin embargo, hoy en día he ido reconociendo patrones estratégicos muy parecidos en ambas diciplinas que, al igual que las metodologías ágiles, buscan conseguir el objetivo adaptando cada jugada a las circunstancias del momento, pero con distintos esfuerzos.
El primero, como en la jugada del scrum, busca poner todo el músculo posible para avanzar, versus la eficiencia de cada movimiento para no perder “jugadas” como lo que persigue el ajedrez, lo que es asimilable a la filosofía Lean.
Y esto ya lo decía Darwin: “Las especies que sobreviven no son las más fuertes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”. Por lo tanto, la adaptabilidad es la pieza clave en la sintonía de ambas estrategias.
Esto implica que a veces debemos derrochar para sacar un objetivo adelante, como en el caso de las vacunas COVID19, donde se dispusieron de todos los recursos posibles para acelerar el proceso, sin una mayor eficiencia energética, pero si poniendo acento en la eficiencia en acelerar el resultado. Pero en otras circunstancias podrá ser la filosofía Lean, que tan eficientes resultados alcanza en nuestro sector, al servicio de agregar valor y de la búsqueda constante de la mejora a través de la evitación de pérdidas, como, por ejemplo, la energética.
Aún así, debería ser un objetivo fundamental el construir con la mirada de eficiencia energética siempre, ya que la situación actual del planeta no nos da como para continuar con el derroche, pero, siendo honestos, basta que nos aprieten un poco para patear para adelante los temas trascendentes y nos dediquemos a satisfacer las necesidades básicas como la supervivencia. Como, por ejemplo, el uso del plástico, que hasta antes de la pandemia, estábamos más que convencidos de disminuirlo, pero ante la emergencia, no se cuestionó su uso para aislar al virus, proliferando nuevamente su uso.
Por eso, no debemos perder la mirada de largo plazo, al mismo tiempo de congeniarla con el resultado inmediato y nuestro rubro no escapa a esta mirada, ya que, tal como lo planteamos en otra publicación a principio de año, bastó que saliéramos de la cuarentena para seguir construyendo como antes del avance tecnológico que tuvimos en el encierro. Y, en este sentido, la innovación y las tecnologías 4.0, como motor de la eficiencia es la clave para congeniar ambos objetivos.
Aun así, si usted quiere tirarme un tomate después de leer este artículo, con gusto lo recibo. Pero recuerde que eso no solamente sería un derroche de energía, sino que también de un bien tan escaso como es el alimento.